martes, 5 de agosto de 2008

Fragmento de una memoria


... Aquella mañana se había levantado con una leve esperanza, que por la tarde se había transformado en toda una espera desesperada. Se acercó a su consaguíneo y el muy gustoso le ayudó para salir.

Llegaron al lugar, el recital no parecía tener mucho exito pero eso no importaba... Había salido, había cruzado el lumbral que le separaba de su pasión desenfrenada. El reloj sin compasión giraba como una niña con su vestido nuevo suelta en el campo.

¡Tic Tac! Dieron las cinco de la tarde y las melodías empezaron a recorrer cada parte del oído de la joven. ¡Tic Tac! Las seis se presentaban como dueñas del ambiente. Lentamente, temerosa se acercó a la orilla del tumulto, ahí podía observar el escenario. Luego de un suave suspiro clavó su mirada en ese hombre. Se preguntaba con cada parpadeo ¿qué encontraba agradable en ese cuerpo?, y luego de cada dilatación de sus pupilas entendía menos la razón.

¡Tic Tac! Las manecillas apuntaban a las siete y media, y la noche ya había caído en la ciudad. Hipnotizada al pie de la tarima no podía despegar sus ojos de ese rostro, de esas manos, de ese ser. La música se detuvo... ¡Muchas Gracias! y el público contestó un no.

El telón abajo y las luces fuera. La eufória envadió apresurada el ambiente, mientras ella era apretujada. Tuvo que salir del montón y regresar a su lugar inicial. Después de ver como los fanáticos desalojaron el lugar; ella temerosa se acercó con un papel en la mano, en la otra una pluma y en su rostro una sonrisa.

Esa respiración que tenía frente de ella se volvía cada vez más penetrante en la suya. Y sus rodillas, extrañamente, temblaban con cada palabra que aquel pronunciaba. ¿Acaso estoy enloqueciendo?, se preguntaba con cierto miedo de la respuesta.

¡Ah!... ¿Y eso?... ¿Yo también deseo tener, hagamos un trato?...
¡Que!, seguido de una grave exaltación, ¡Ah, esto!... Y con una breve charla su corazón ya no cabía en su pecho, sentía que lo iba a vomitar en algún momento, frente a él y él se burlaría. Sus ojos casi no podían verlo ya que la imaginación ganaba el partido. Cualquier tipo de sucesos desafortunados llegaban a su mente, pero ninguno se cumplió... afortunadamente.

Las personas casi habían desaparecido, el ruido se tornaba leve y la emoción se había ido. Ella se acercó a él nuevamente, pero esta vez tenía en su mano un vestuario, nuevo. Extendió el brazo y el hombre gustoso lo aceptó, y sonrió.

Avergonzada bajo la mirada. Al regresar hacia él experimentó una sensación nueva en su vida femenina, por primera vez había deseado a alguien verdaderamente. Se sentía extraña, no sabía si seguir observando o huir su cabeza hacia otro plano. Pero la timidéz ganó campo en ese instante y cuando él terminó de colocarse la prenda, ella simulaba haberlo ignorado.

Regresó a su morada, a su habitación, a su lecho. No sabía que pensar, no comprendía lo que le había ocurrido. Seguía asustada o tal véz sorprendida o quizás arrepentida. Recordaba cada parte del cuerpo que había admirado y moría por tocarlo. (...)

laranka

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