me envuelvo en deliciosos perfumes,
me pinto de belleza retocada
y me aturdo de placeres humanos.
En las mañanas viajo el mismo camino,
leo obras maestras que cuentan desgracias,
recorro una cuesta acostumbrada
y mi ritmo se marca en monotonía.
Me alimento con trazos de falsa pureza,
me lleno de bocados procesados,
animales muertos, naturaleza arrancada
y bebo extractos de campos cercanos.
Por las noches, me dejo caer en el cansancio,
a veces corrompo mi alma con manjares líquidos,
a veces me asesino con bebidas lujuriosas
y a veces, me logro mimar con alimentos cocinados.
Para dormir... ¡Oh! Dormir y terminar la rutina,
música y melodías escabrosas,
que cuentan tristeza, furia, rechazo al sistema preconcebido,
y ya agotada mi alma vuela al sueño.
Abrir nuevamente mis ojos,
con la pereza de volver a ser este yo,
con sosiego y verguenza,
o tal vez calma de perder.
Estoy alusinada en una ciudad devastada,
en las calles fusionadas con olores,
con colores irreconocibles
y personas de cuerpos errantes.
La luz del techo, la del cielo, la del silencio,
soledad, dulce compañia verdadera,
mi soledad es un amor campesino
que te lanza piedras y te besa apasionada.
Ahora me enredo con letras ajenas,
de consejos paganos,
ahora corrompo mis ideas
y ya es la hora de continuar.
laranka
31/05/14
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