Todavía guardo esas piedras de una tierra lejana,
que me recuerdan las nubes que inventé con tu suspiro.
Aún atesoro esos pedazos de frases,
que me llevaron a creer en los cuentos de drama.
No dejo de coleccionar melodías,
que me han dejado herida a media vía.
Pero no me pueden vencer
esos demonios que bailan en mis oídos,
esos duendecillos alegres que me regresan a días aquellos.
Me arrodillo, me encierro en mi gobierno,
esta es la única manera de que se vayan.
Luego regreso a una fotografía,
que lleva impregnada la imagen de un caballero.
Un hombre de manos de fuego,
con ojos infinitos y de corazón negro.
Ya no diferencio las figuras,
ya mi mirada empieza a agonizar...
son las lágrimas del ayer.
Es preferible encontrarme como un ángel,
que dejarme pintar de demonio.
Mi alma está acostumbrada a dejar pasar
el viento más cálido de primavera.
Mucho mejor, hago puño mis manos,
y corró hacia esas montañas.
Me dirijo al pasaje brillante,
donde está el único ser coherente,
la persona que manejó el demente dentro de mi cuerpo.
laranka
10/10/10
10/10/10
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