Atrapaste las alas rotas del alma de mi silencio.
Entregaste al fuego escarlata mi rostro palpitante.
Dejaste en medio de la vía oscura mi sonrisa y tu regalo.
Nos permitimos envolver el significado de la nada.
Las nubes se ríen de la nostalgia de mis palabras.
Las estrellas explotan a los pies de la virgen.
Y esa virgen es la zorra temerosa que corrió con otro.
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A partir del zumbido en mi nuca saldré.
El estanque del color de tus hombros ha incluido la flor.
Esa delicia que me provoca morder el filo de tu oído.
Deseos putrefactos del regazo empolvado de la ausencia.
En medio de la muerte de una intriga, sentado tranquilo.
Los labios rasgados por falta de la fuente sagrada.
Y esta fuente desesperada por alcanzar el secreto del cuerpo.
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Te has comparado como la corona de mis presiones.
Con el espejo en la mano he recorrido la sala clemencia.
El dulce aroma de la brisa suicida.
Los intentos extintos no son olvido, son triunfos.
Vuelve a sumergirte en la desesperación de gritar.
Clava las estacas sin los ánimos de acabar con mi sonrisa.
Y yace intacto el cuerpo encargado de mover mi alma.
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Que cómico paisaje se entrelaza con mis pensamientos.
Las sobras dejadas por los años dorados.
Como nace el apetito por el color del brillo de tu piel.
Escapar del futuro obligatorio hacia el fuego.
Si el amanecer junto al mar de las penas.
La decisión por el sabor de la carne tibia.
Y el pecado del miedo por el abismo.
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Final, salto sin la fuerza de ladrar hasta que dios se asuste.
Felicidad, estatua dentro del museo del ser humano.
Fé, cualidad de todos aquellos que lloran tras la puerta.
Flores, pequeños animalitos que disfrutan de las venas.
Fuerza, acto divino para ocultar el abandono en el desierto.
Yo, flor sin fuerza de fé para llegar al final de la felicidad.
laranka
19/09/11
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